Debemos diferenciar entre la argumentación y la exposición a la hora de proponer una definición de este tipo de textos, sin perder de vista que estos dos procesos comunicativos se manifiestan ensamblados y organizados en estos textos, porque la finalidad comunicativa de ellos los hace complementarios e interdependientes. En el caso de la argumentación nos encontramos con que el autor del texto propone, mantiene y defiende un principio o idea procedente del razonamiento propio o del ajeno. Se llega a esa idea a través de unos pasos o procesos mentales y son precisamente éstos los que van a constituir los elementos o argumentos que la sostienen y defienden en el texto: el autor observa un asunto, analiza y sopesa los hechos que concurren en el mismo, sean esencia, circunstancias, causas, efectos, y adopta una valoración de conjunto que produce una opinión acerca del asunto sometido a estudio. A partir de este punto interviene la exposición: se reordenan la idea o ideas principales que vertebran al conjunto y se disponen las ideas secundarias encaminadas a explicar la validez de la opinión formada.
Teniendo en cuenta todo esto, podríamos definir los textos argumentativo-expositivos como aquellos que dan a conocer una idea o tesis, producto del descubrimiento o de la opinión razonada, y que aportan cualesquiera otras ideas relacionadas con ella, encaminadas a demostrarla y a que sea admitida como válida por parte de los receptores.
Teniendo en cuenta todo esto, podríamos definir los textos argumentativo-expositivos como aquellos que dan a conocer una idea o tesis, producto del descubrimiento o de la opinión razonada, y que aportan cualesquiera otras ideas relacionadas con ella, encaminadas a demostrarla y a que sea admitida como válida por parte de los receptores.
FINALIDAD
De ahí que digamos que, atendiendo al propósito de la comunicación, aparecen tres finalidades: la informativa, la argumentativa y la persuasiva. Se pretende dar a conocer una información, demostrarla y convencer de su veracidad, verosimilitud o realidad.
ESTRUCTURA
Evidentemente, si compaginamos esas tres finalidades comunicativas, el texto requiere una estructura muy bien elaborada. Y aunque son posibles muchos tipos de estructura en estos textos, la más común y quizá la más efectiva, llamada tripartita o de doble encuadre, consiste en:
a) plantear la tesis desde el principio del texto de una forma breve;
b) desarrollar la argumentación aportando datos, causas, efectos, ejemplos, símiles, etc.;
c) reafirmar finalmente la tesis, o exponer una idea derivada de ella que adquiere valor dentro del marco de lo expuesto y argumentado en las dos partes anteriores.
RECURSOS
Si reducimos la finalidad de estos textos a probar y a persuadir, el autor debe contar con unos mecanismos o técnicas que aseguren el rigor, la credibilidad y, por tanto, el efecto persuasivo que se pretende conseguir. En este sentido destacan dos clases de técnicas:
1. Lógicas.
Método inductivo: se pretende llegar a una idea final a partir de una o varias anteriores.
Método deductivo: una idea inicial es demostrada o corroborada con datos o ideas posteriores relacionadas con ella.
2. Analógicas.
Basadas en el parecido o relación de las ideas del texto con otras, que se suelen clasificar como argumentos:
De autoridad: el autor del texto se basa en la coincidencia con otros autores de gran prestigio y valía, es el argumento más aceptado, puesto que la autoridad citada ya ha pasado por una observación crítica que la confirma como válida o aceptable.
De semejanza: se intenta demostrar algo con otra idea parecida que no necesita demostración, o bien mediante un ejemplo. Bastante usual, pero arriesgado.
De singularidad: una idea se presenta como demostrable porque es novedosa o muy diferenciada del resto. Se puede caer fácilmente en la subjetividad.
Por generalización: un hecho aislado se pretende convertir en representativo de una multitud de hechos que conforman una situación general. Puede darse lugar a falsas generalizaciones, fácilmente refutables.
De universalidad: se defiende una postura aceptada por una mayoría, se trata de una postura poco crítica y poco analítica.
De experiencia personal: son ideas propias sin contrastar o ajenas aceptadas sin ser cuestionadas. Muy subjetivo y por tanto con poco rigor.
MARCADORES TEXTUALES
Estos textos requieren un especial cuidado a la cohesión de las partes. Si disponemos la exposición y la argumentación de forma caótica, se perderán por completo los objetivos: mostrar y demostrar. Los indicadores de la relación estructurada y coherente del texto atenderán al la finalidad parcial de cada una de las oraciones, párrafos o partes del texto.
Así, nos encontramos con indicadores de:
Causa: porque, puesto que, dado que, pues, etc.
Concesividad: aunque, a pesar de, con todo, de todos modos, de todas formas, etc.
Condición: si, con tal que, en caso de, a menos que, siempre que, etc.
Consecuencia: luego, entonces, de manera que, así pues, por consiguiente, etc.
Certeza: es evidente que, de hecho, en realidad, etc.
Ficción: como si.
Ejemplificación o ilustración: así, por ejemplo.
Oposición: pero, aunque, en cambio, no obstante, por el contrario, etc.
Distribución-enumeración: por una parte, por otra..., en primer lugar, etc.
Aclaración o explicación: es decir, esto es, o sea, en (con) otras palabras, en (con) otros términos, mejor dicho.
Adición e intensificación: y, además, también, asimismo, es más, más aún, de igual forma (modo, manera), etc.
Confirmación o constatación: en efecto, efectivamente, sin duda, desde luego, de hecho, por supuesto, naturalmente.
Contraste u oposición: pero, no obstante, sin embargo, ahora bien, por el contrario, en cambio, antes bien, más bien.
Recapitulación, resumen y conclusión: en resumen, en conclusión, en resumidas cuentas, en suma, en una palabra, en dos (pocas) palabras, etc.
Cierre discursivo: en fin, por fin, finalmente, por último, en último lugar, etc.
Además, la conexión de las ideas del texto queda reflejada siempre en el buen uso que se hace de la repetición o variación de los conceptos de importancia en él. Habrá de notarse que puede ser conveniente la repetición, o la variación mediante sinónimos, perífrasis o pronombres, que permitan al autor mantener la idea de su interés presente, de manera más o menos constante, en la mente del lector durante todo el desarrollo del texto, para que no se pierda la comprensión global ni la intención comunicativa.
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