miércoles, 24 de noviembre de 2010

Actividades tiempos verbales


Identifica el valor temporal y aspectual que en cada caso tienen las formas verbales subrayadas en los siguientes textos.


TEXTO 1.

    -¿Qué haces, Fidela?
    -Hola, Eduvigis, estoy acabando de repasar los tiempos verbales para el examen de Lengua. ¿Qué me cuentas?
    -Bah, no mucho, Ulpiano me invitó ayer al cine.
    -¿Y qué le dijiste?
    -Que no, me dio corte; además, ya había quedado con mis primas para salir.
    -Será porque no te fías de él.
    -A lo mejor, no estoy segura. En estas cosas no se puede decir "dos y dos son cuatro", la verdad es que Ulpiano me desconcierta un poco. Esta mañana mismo, cuando salía de clase, me ha tirado un beso delante de todo el mundo.
    -Jo, Edu, hay que ver qué rollos mentales tan raros te montas siempre. Yo no creo que sea mala persona; además, si vas con él puedes comprobar de verdad cómo se porta. Si él me invitara yo aceptaba sin pensármelo dos veces.
    -Mira, Fidela, tengo mis dudas. Mi hermano me contó algo muy raro que hizo el año pasado.
    -¿Qué?
    -Pues que el tío sale del instituto, y en mitad de la calle se planta y sin venir a cuento le hace un corte de mangas a uno que venía por la carretera.
    -Ah, bueno, pensaba que me ibas a decir algo más gordo. Todo eso son chiquilladas. Me aceptarías un consejo, Edu?
    -Ya sabes que sí.
    -Pues lánzate a la aventura y disfruta, que el Ulpi está bien bueno.

(texto inventado para la ocasión)


TEXTO 2.

    Los términos de la herencia exigían a su hermano que demostrara que había estado usted dos veces en el mismo lugar a la misma hora, pero no que detallara cuál era exactamente ese lugar. Usted invirtió ayer cinco horas en subir al hotel, y ha bajado en menos de veinte minutos. Pero los veinte minutos están contenidos en el espacio de tiempo que abarcan las cinco horas. Gracias a esto sabemos que usted se ha cruzado consigo mismo, aunque no podemos precisar dónde lo ha hecho... Imagine que un automóvil hubiera recorrido ayer el mismo camino que ha hecho usted hoy en el suyo, y en el mismo período de tiempo. Resulta evidente que, en algún lugar, usted se habría tenido que apartar para dejarle paso, pues el automóvil hubiera salido del hotel cuando usted ya caminaba hacia allí, y hubiera alcanzado esta plaza antes de que usted llegara al hotel.

Pedro Zarraluki, Páginas inglesas.

TEXTO 3.

    Dijo el mayordomo:
    -No sé si todas las mujeres son iguales en España, pero la muestra con la que me ha tocado coincidir en la vida es horrible. Vanidosa, inteligente, malcriada, cruel, y usted me perdonará que hable así de una mujer de su tierra.
    -Adelante, no se preocupe por eso, diga lo que quiera‑ respondí yo generosamente, sin prestar aún demasiada atención.
    Dijo el mayordomo:
    -Comprendo que lo que yo diga aquí no tiene mucha autoridad ni mucho valor, y puede entenderse como un desahogo. Me gustaría que el mundo fuera de tal manera que no resultara imposible una confrontación directa entre ella y yo, entre mis acusaciones y las suyas, o entre mis acusaciones y su defensa, sin que ello tuviera consecuencias graves para mí, me refiero a un despido. No crea que en la actualidad hay tantas familias que puedan dar empleo a un mayordomo, ni siquiera en la ciudad de Nueva York, no nos sobra el trabajo, poca gente puede permitirse tener uno, no digamos cuatro, como tienen ellos. Todo era bastante perfecto hasta que ella llegó, el señor es muy agradable y casi nunca está en casa, había sido soltero desde que yo entré a su servicio, hace cinco años. Bueno, se había divorciado, y ésa es la mayor esperanza, que acabe divorciándose también de ella, antes o después. Pero puede ser después, y hay que estar prevenido. Ahora ya he completado mis cursos de magia negra, primero por correo, luego algunas lecciones prácticas, tengo el título. Todavía no he hecho gran cosa, esa es la verdad. Nos reunimos a veces a matar alguna gallina, ya sabe usted, es muy desagradable, nos llenamos de plumas, el animal pelea lo suyo, pero hay que hacerlo de vez en cuando, si no nuestra organización carecería de todo prestigio.

Javier Marías, Lo que dijo el mayordomo.


TEXTO 4.

    Visi tiene una intuición profunda para el amor. El primer día permitió que su nuevo acompañante le estrechase la mano, con cierta calma, ya durante la despedida, a la puerta de su casa; habían estado merendando té con pastas en Garibay. El segundo, se dejó coger del brazo para cruzar las calles; estuvieron bailando y tomándose una media combinación en Casablanca. El tercero, abandonó la mano, que él llevó cogida toda la tarde; fueron a oír música y a mirarse, silenciosos, al café  María Cristina.
    -Lo clásico, cuando un hombre y una mujer empiezan a amarse ‑se atrevió a decir él, después de mucho pensarlo.
    El cuarto, la chica no opuso resistencia a dejarse coger del brazo, hacía como que no se daba cuenta.
    -No, al cine no. Mañana.
    El quinto, en el cine, él la besó furtivamente, en una mano. El sexto, en el Retiro, con un frío espantoso, ella dio la disculpa que no lo es, la disculpa de la mujer que tiende su puente levadizo.
    -No, no, por favor, déjame, te lo suplico, no he traído la barra de los labios, nos pueden ver...
   
Camilo José Cela, La colmena.

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