Se habla del Barroco como un momento en que el pesimismo y el desengaño se enseñorean de los hombres del siglo XVII. En el sentir nacional estaban presentes hechos y nombres de un pasado inmediato, entendido como próspero y favorecido por la fortuna en su totalidad. No obstante, algunas de las más destacadas figuras del mo mento dejaron en letra impresa su opinión al respecto, al contemplar su época desde una perspectiva de progreso.
Es evidente dentro del movimiento barroco la tendencia a la exageración y a la desproporción. El Barroco sustituye la severa y armoniosa belleza de la época renacentista por una acumulación, en ocasiones, desmesurada.
Dentro de la lengua literaria del Barroco se dan dos tendencias que no siempre caminan por separado: culteranismo y conceptismo.
Culteranismo: el autor se complace en lo ornamental y en presentarnos un mundo rico de colorido y abundante en sensaciones. El lenguaje culterano se carga de recursos retóricos; así abundan en él comparaciones, metáforas, hipérbatos... La comprensión de este lenguaje se hace difícil por una rebuscada elaboración y por una excesiva carga de figuras literarias. El representante más destacado de esta tendencia es Góngora.
El conceptismo es la corriente estilística que se caracteriza por una densidad en el contenido. Se pretende atraer al lector hacia la reflexión. Se abusa de los juegos ingeniosos, de la acumulación de ideas que hacen el contenido compacto y el ritmo lento. Las frases pueden ser breves, pero cargadas de intención. Se recurre al equívoco y así una frase puede tener más de un significado. Cuando el período oracional es largo, abundan las matizaciones y, por tanto, la subordinación. Los autores más representativos son: Gracián y Quevedo.
A continuación, inluyo un enlace en el que podrán visualizar una presentación sobre este movimiento artístico y cultural:
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